Miércoles 20 y Jueves 21 de Julio de 2011
Estamos en el Valle de Tena, a más de 150 km. de Monzón, donde nos proponemos realizar una de las más bellas e interesantes excursiones de senderismo de todo el Pirineo.
La distancia desde mi casa me hizo plantear esta actividad en dos jornadas ya que de lo contrario el madrugón está tan asegurado como el llegar tarde al hogar.
Por otra parte debemos contar con que los ibones de Anayet representan posiblemente el paisaje más idílico que podamos ver en Aragón, tanto por la altitud a la que se encuentra como por la presencia de picos rojizos, agujas salvajes, verdes prados de hierba en sus pies, ibones de aguas tranquilas y la presencia habitual de nubes procedentes de la vertiente francesa que hacen que cambie constantemente de ambiente. Presentarse al atardecer y ver la puesta de sol, así como el amanecer, era un poderoso atractivo que añadir a esta caminata tan recomendable.
Aquí solo se puede pedir una cascada o salto de agua, entonces sería perfecto. Pero, ¿para qué pedir más? si tan apenas he podido aún disfrutar de la magia que impregna todos los rincones de este balcón repleto de detalles en los que permitirnos divagar con la mente o recrear nuestros ojos.
Así pues, a mitad de semana sin quebrar los pocos fines de semana que libro del curro, invito a Marta a que me acompañe y nos vamos para arriba, de Monzón a Sallent de Gállego del tirón, tomamos rumbo al puerto del Portalet y unos cientos de metros antes encontramos el aparcamiento de Anayet, entrada a las pistas de esquí que se encuentra vallada impidiendo el paso de turismos durante el verano. Este lugar también se llama el "Corral de las Mulas", supongo que el corral es éste:
Ante nosotros la carretera que lleva a la estación invernal (forma parte de las pistas de Formigal) que atraviesa el Barranco de Culivillas entre prados y que resulta la parte menos atractiva si bien hay unos cuantos caballos y otras muchas vacas pastando, algo es algo.
Pasamos la estación y seguimos hacia el Oeste, el barranco va virando a la izquierda ligeramente, subimos paralelos al rio hasta que tenemos delante esta mole de montaña, el Pico Royo y el Culivillas.
A partir de aquí la senda se va a la derecha bruscamente, rodeando la Punta de la Garganta.
Todo se realza con los colores rojizos de la montaña, englanados de verdes prados y salpicados a su vez por múltiples flores que brotan en los meses de verano.
En medio del barranco está esta "aguja" muy curiosa.
Frecuentemente en estos parajes hallamos digitales y lirios vestidos de bellísimos colores. Subimos solos ya que la mayor parte de la gente ya han bajado de los ibones, es la ventaja de venir por la tarde.
A medida que ascendemos asoman a nuestras espaldas el Pico Balaitous y los Frondiellas a su derecha, magníficamente iluminados por el sol del atardecer.
También vemos al fondo las blancas marmoleras de los Picos del Infierno y a su derecha el Garmo Negro, los Algas y el Argualas, conformando un horizonte salvaje.
La senda salva un desnivel de unos 600 m. desde el coche, no es mucho pero los hacemos con rapidez para ver el atardecer en los ibones, ¡¡¡que para algo hemos subido en dos jornadas!!!
Por tanto no es posible librarse de unas cuantas gotas de sudor, bueno está claro que vale la pena subir aquí...
¿O no?
El cansancio se cambia de inmediato por sonrisas, Oooooooooohhhhhhh!!! que maravilla ver esto, con el Midi d'Ossau al fondo (2.884 m.)
¡Los ibones de Anayet! que maravilloso lugar, que aún no había podido contemplar nunca, ya que estuve aquí hace dos años pero todo el día estuvo lloviendo y envueltos en una pertinaz niebla. ¡Esto es otra cosa!
Pico de Anayet, el objetivo de mañana.
Midi d'Ossau, en Francia, una inmensa mole de roca volcánica, lo que vemos es la lava petrificada pues el cono del volcán extinto se ha erosionado por completo, al igual que pasó con el Anayet.
Del atardecer pronto pasamos al anochecer, hay que cenar rápido y montar la tienda antes que el frío se nos apodere. ¡Al saco y a dormir!
Otra pareja también montan la tienda en las proximidades, resguardados de la brisa fresca que sopla del oeste.
A media noche salí de la tienda a contemplar el cielo maravillosamente estellado, con la Osa Mayor sobre el Anayet, tenuemente iluminado por la luna que empezaba a asomar por el horizonte. Es dificil imaginar algo mas bonito pero al poco salieron negras nubes de detras de las montañas y me acosté de nuevo preocupado por el tiempo y de no coger un resfriado.
Al amanecer seguían esas nubes, lo que nos privó de ver salir el sol anaranjado, tardamos un poco en levantarnos pero finalmente desmontamos el vivac y a las 7,30 estabamos ya subiendo para arriba. Temperatura fresca, unos 7 u 8º, pero llevadera.
Este bello aspecto nos mostraba la amenazante aguja de nuestra montaña.
Lo primero que hacemos es subir por prados y suaves lomas hasta la base del collado, a la izquierda del pico. Trepamos entre bloques de rocas rojizas y en pocos minutos estamos en la cresta, junto a la curiosa piedra que parece una señal.
Ya en el collado el viento sopla fuerte y la niebla nos cubre por momentos, viramos a la derecha hacia la cumbre por la otra vertiente durante unos cientos de metros hasta que de nuevo subimos a la cresta y cambiamos a la cara Este donde no sopla el aire y la roca es muy muy roja.
El marcadísimo sendero nos lleva por una ladera o pedrera hasta que, subiendo por su borde, nos encontramos con una zona rocosa inclinada en la que está el paso clave a la cumbre del Anayet. Se trata de una placa blancuzca equipada con una cadena de seguridad que aparte de servir de asidero evita que nos demos un resbalón pues suele estar la roca mojada. La caida sería de muchos metros, así que no viene mal un quitamiedos, lo pasamos con relativa facilidad (IIº) y nos encontramos con el último paso, una canal rocosa al principio y con escalones herbosos más arriba, fácil (Iº - IIº-) para llegar sin problemas a la cima.
Pico Anayet, 2.545 m. a las 8,30 h.
Apenas pudimos ver unos momentos las montañas alrededor.
Nos resguardamos un poco en la cara Este de la cima para evitar el aire frío, comimos un poco y observamos las flores que crecen en estas alturas, muy bellas y frescas, ¿cómo puede ser la Natrualeza tan fascinante?
Es hora de bajar, tan sencillo como el ascenso.
Una marmota nos observa...
Y se abre un claro en el día, para poder disfrutar de las vistas al Vértice del Anayet, (2.559 m.) al que no subimos pese a ser más fácil que el que acabamos de coronar.
El ibón grande es muy alargado, lo vemos entre la niebla.
Siemprevivas y otras flores desafían las inclemencias del tiempo y la falta de suelo.
En muy poco rato estamos de nuevo en los Ibones, hacemos un monton de fotos y nos disponemos a descender. Comienzan a aparecer grupos de senderistas de todas las edades que suben acalorados, nosotros bajamos poco a poco despues de comernos un bocata en el prado.
Ya estamos en la estación de esquí, encontramos a muchísima gente mas que emprenden la misma senda a los ibones en los que nosotros disfrutamos de tanta tranquilidad y belleza, abajo nos reciben un gran numero de vacas a las que queremos saludar pacífica y afectuosamente. Las madres no nos tienen miedo...
Pero los terneros prefieren no dejarse tocar.... ¿Instinto?
Esto ha sido todo por hoy, volvemos a Monzón a la hora de comer, me ha encantado subir a estos ibones con la excelente compañía de Marta y ahora a preparar la siguiente, que tengo a mucha peña esperando que tenga vacaciones para organizar una más fuertecilla, de alta montaña. ¿Cual será? Algún tresmil habrá que subir estos días, por supuesto si el tiempo y las fuerzas no lo impiden.
¡Hasta la próxima!
Que bonitoooooooooooooo.
ResponderEliminarGracias por compartir tus excursiones, siento una envidieta al ver tus fotos, que se me ponen los dientes largos. Felicidades y enhorabuena. Bss